POESÍAS DE MANUEL BRETÓN DE LOS HERREROS


Manuel Bretón de los Herreros nació el 19 de diciembre de 1796 en Quel, La Rioja y falleció el 8 de noviembre de 1873 en Madrid. Fue periodista, dramaturgo y poeta, su estilo poético pertenece al Romanticismo, fue académico de la Real Academia de la Lengua. 




Paciencia

Hijo nací segundón
de un hidalgo pobretón;
y si la fiebre amarilla
no barre media Castilla,
no espero ninguna herencia.
¡Paciencia!
¿Se vende una obrilla mía?
Nadie va a la librería.
A título de amistad
me la piden... Es verdad
que alaban luego mi ciencia.
¡Paciencia!
¿Imploro la protección
de algún grave señorón? 
No, hay mus: inútil empeño.
¡Oh!, pero me habla risueño
y me apea la excelencia.
¡Paciencia!
¿Qué puedo dar a mis damas?
Sonetillos y epigramas.
Llega un cafre, rueda el oro,
y me deja el bien que adoro
a la luna de Valencia.
¡Paciencia!
Si presto, nadie me paga;
que es mi suerte muy aciaga;
y no hallaré, ¡mala peste!,
quien media onza me preste,
si la pido en una urgencia.
¡Paciencia!

 ¿Viene a convidarme Blas?
No me halla en casa jamás;
y es fijo que ha de encontrarme
el que venga a molestarme
con alguna impertinencia.
¡Paciencia!
El cielo anuncia tronada:
saco paraguas...; no hay nada.
No lo saco, y aquel día
un diluvio nos envía
la Divina omnipotencia.
¡Paciencia!
Si voy al baile, me atrapa
algún ratero la capa;
llego helado a mi portal;
llamo; no me oye Pascual...,
  y me quedo a la inclemencia.
¡Paciencia!
Te aconsejo como amigo:
no viajes, Fabio, conmigo,
que en gran peligro te pones.
Si no se asaltan ladrones,
volcará la diligencia.
¡Paciencia!
No aborrezco el matrimonio;
pero mi suerte..., el demonio.
No, no me caso. ¡Arre allá!,
porque mi dote será,
tras de cuernos, penitencia.
¡Paciencia!

 OOOOOOOOOOO
  
A la pereza

¡Qué dulce es una cama regalada!
¡Qué necio, el que madruga con la aurora,
aunque las musas digan que enamora
oír cantar un ave la alborada!

¡Oh, qué lindo en poltrona dilatada
reposar una hora, y otra hora!
Comer, holgar..., ¡Qué vida encantadora,
sin ser de nadie y sin pensar en nada!

¡Salve, oh Pereza! En tu macizo templo
ya, tendido a la larga, me acomodo.
De tus graves alumnos el ejemplo

me arrastra bostezando; y,  de tal modo
tu estúpida modorra a entrarme empieza,
que no acabo el soneto... de per...



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