POEMAS DE FEDERICO BERMÚDEZ Y ORTEGA


Federico Bermúdez y Ortega nació el 29 de septiembre de 1884 en  San Pedro de Macorís, República Dominicana y falleció en la misma ciudad el 3 de abril de 1921. Profesor, poeta y periodista. Su poesía es modernista, pero tiene una marcada inclinación en la defensa de los más oprimidos de la sociedad que le tocó vivir. 











Se murió el avaro

Se murió el avaro, y en la estancia oscura
donde yace el cuerpo sobre el tosco alambre
de una cama pobre, alguien asegura
que el avaro triste ¡se murió de hambre...!



Una pobre vieja misericordiosa,
presa de congojas y crueles martirios,
a todos advierte, triste y pesarosa,
que hace falta incienso y hacen falta cirios.



Todos los curiosos se van alejando
de la pobre vieja, mientras va quedando
el avaro a oscuras y sin oración.



Cuando al otro día fueron a enterrarlo
cuatro pordioseros, todos al mirarlo
pasar, ¡sonreían de satisfacción...! 




OOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO


 Símbolos  

¡Aquel viejo enigmático y sereno,
de tristes palideces marfilinas
y miradas de dulce Nazareno,
échase a descansar bajo las ruinas...!



¡Y en el vasto silencio vespertino,
tras un largo suspiro y un bostezo,
cerráronse del sueño al hondo beso
sus ojos de cansado peregrino...!



Cuando la tarde huyó triste y doliente,
con la noche se entró por el oriente
la luna, y al verter sus argentadas



claridades silentes en las ruinas,
bañó con sus miradas argentinas,
¡dos míseras grandezas olvidadas!




OOOOOOOOOOOOOOOOOOO

 Desolación

¡Y fue mi anochecer en pleno día,
y el dolor, con su mano despiadada,
partió mi corazón como una espada
ahogando la ilusión en la sangría...! 



¡Y perdí la noción de la armonía,
y hasta mi firme anhelo de belleza
cayó desorientado en la tristeza
de la noche sin luz de mi agonía....!



Al resto de mi fe pedí su egina,
y a la voz suplicante de la vida
permaneció la fe impasible y muda;



y de la fe impasible al torpe agravio,
derramó su veneno sobre el labio
la copa aterradora de la duda...!



OOOOOOOOOOOOOOOOO


 Letanías de noviembre

I

¡Están tocando a muerto las campanas lejanas...!
Hablan los viejos bronces de quietud y partida
con esa lengua lúgubre que tienen las campanas
cuando cantan el canto de cisne de la vida...



¡Están tocando a muerto las lejanas campanas...
y a los vagos confines van en alas del viento
las esquelas mortuorias, como el hondo lamento
de dolores ignotos y quimeras lejanas...



En la antigua Necrópolis, de cipreses y cruces
cuelga el vésper el velo de sus pálidas luces
y la humana dolencia sus adelfas y lirios;



mientras dicen los labios las palabras piadosas
que vuelan como vagas dolientes mariposas
al redor de la flama de los místicos cirios...




II


En la calma uncitiva de la tarde que muere
como el alma impalpable de una casta blancura,
con dejo melancólico de triste miserere
vuela el vago responso de los labios del cura...



Todo calla y se inclina, y el espíritu inquiere
y dialoga en silencio con la Pálida oscura,
y en la calma uncitiva de la tarde que muere
me arrodillo, a los ruegos del responso del cura...



¡Madre mía! (yo rezo) que tu amparo me diste,
rasga el manto de sombras de mi espíritu triste...
¡por qué tocan tan tristes las campanas lejanas...!



Madre mía, ángel casto de virtud y de amores,
¿si a tu vuelo dejaste tus amargos dolores,
por qué tocan tan tristes las lejanas campanas...?




OOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO

 
¡Oh tardes adorables!


¡Oh, tardes adorables de aquel lejano estío!
¡Oh, siesta de mis sueños sobre su pecho en flor!
Venid rasgando brumas y sombras de mi olvido
a orar cabe el sepulcro de aquel perdido amor...



Orad en el divino lenguaje del silencio
por todos los ensueños de aquella casta edad,
doliente margarita que aquellos blancos dedos
acaso no recuerdan que deshojaron, ya...



¡Oh, tardes adorables de aquel lejano estío!
Volar de blancos besos en alas del idilio,
arrullos de las almas bajo el sereno azul...



Quiméricas visiones de mi universo efímero,
¡traed a los oscuros rincones de mi olvido
blancas reminiscencias de aromas y de luz!



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Serenamente gris

 
 La lluvia, tornadiza como una polvareda,
más flota que desciende, serenamente gris...
el viento, adormilado, sobre la tarde queda
y sobre los ramales la nébula sutil 



Cabalgan por el éter tristezas invernales,
y en la tranquila estancia, serenamente gris,
mientras la vaga niebla se asoma a los umbrales
¡te duermes en mi pecho como una flor de lis!



Tu joven pecho cándido me brinda sus latidos
y tus fragantes labios, dulces y sonreídos
me invitan para el beso romántico sutil,



y mientras que yo beso tus labios virginales,
envuelta en sus dolientes crespones invernales
muriendo va la tarde, ¡serenamente gris...! 

 

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