CATALUÑA
Mucho más
allá de lo que digan la Constitución y las leyes, este Gobierno de
Rajoy, plantado en el no a todo, y por otro lado la Generalitat, que
quiere sacar más dinero de donde no hay, está el hecho de la
manifiesta falta de aprecio de muchos catalanes hacia el resto de
España, y viceversa, y en esto radica el quid de la cuestión,
porque es innegable que en estos últimos años, unos y otros, nos
hemos dedicado a cultivar esa enemistad que nos va, poco a poco,
llevando a una mala voluntad que será la madre de todos los errores
y que hará nuestra convivencia más difícil cada vez.
Recuerdo
cuando Don Mariano, en sus discursos apocalípticos, calificaba al
Estatuto catalán de “pesadilla y tropelía”, y, “una
monstruosidad destinada a la disolución de España” y se dedicaba
a recoger firmas y a mentir sobre el número de éstas que ya había
conseguido, presentando finalmente un recurso ante el Tribunal
Constitucional cuyo fallo dejó ligeramente mutilado el mencionado
Estatuto. En cuanto a los medios ultraconservadores, no han parado ni
un momento de crear inquina, proponiendo incluso boicots a los
productos de procedencia catalana.
También los
independentistas con sus argumentos de que “España nos roba”
precisamente cuando estamos inmersos en esta monumental crisis y que
de alguna manera pretenden hacer ver que los recortes que Cataluña
sufre, que además son los mismos recortes que sufren las demás
Comunidades, se debe al “robo” de los españoles y no a la mala
gestión de los recursos por parte del Govern.
España, en
la actualidad, es uno de los estados más descentralizados de Europa,
el gobierno central solamente gestiona el 17% de sus competencias.
Cataluña goza de un auto-gobierno que ya lo quisieran los escoceses. Lo único malo aquí, tal vez sea, que los gobernantes son de muy baja calidad, tienen muy poco de estadistas, tanto en Cataluña como en Madrid.
Es más
necesario que nunca que se sienten a hablar horas y horas, días y
días, y todo el tiempo que sea preciso, sin condiciones previas y en
un clima amistoso y de buena voluntad con ánimo de encontrar
soluciones y con la convicción de que la posible ruptura sería muy
negativa y perjudicial, para ambas partes, por más que muchos se
resistan a admitirlo. Es fundamental que el Rey Felipe VI, en
cumplimiento constitucional asuma su papel de árbitro en estas
conversaciones que deberían dar una solución definitiva a estos
nuestros antiguos problemas territoriales.
Comentarios
Publicar un comentario